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martes, 22 de octubre de 2013

Shout and fear.

Grito, grito y no dejo de gritar. Pero todo ocurre dentro de mí, en un lugar donde nadie más puede escuchar. Nadie entiende mi confusión, cómo estoy partida por dentro, ni siquiera podrían ponerse en mi lugar. Cómo mi corazón empezó a caer en pedazos desde hace tres años, cómo todo ese amor me ha ido consumiendo hasta convertirme en una persona totalmente diferente que por fin logró amar después de tanto tiempo, tal vez a la persona a la equivocada, tal vez no. Ni siquiera yo lo sé. Y duele, duele muchísimo. Duele saber que puedes contar con un número de personas y que ni siquiera ellas te puedan ayudar. Que, a pesar de que sus palabras sean las más sinceras del mundo, que por un momento te hagan sentir mejor, que les fuerces una sonrisa, se quedan en simples palabras y todo el dolor sigue ahí, adormilado durante unos inútiles segundos. Pero después la anastesia desaparece y sientes que te mueres, y no puedes hacer nada por revivirte a tí misma porque, al fin y al cabo, ya estás muriendo, y sólo él podría traerte a la vida.

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