- Estás en tu casa.- me dijo mi tía
Rebecca mientras dejaba las llaves sobre el recibidor. Le dediqué
una sonrisa de agradecimiento y arrastré la maleta rojiza hasta
llegar al salón. Darek apareció correteando por el salón. Pegó un
salto y se su subió al sofá color crema. Eché una ojeada y volví
a recordar aquellas familiares paredes adornadas con cuadros con el
marco azulado. Todo seguía tal y como yo recordaba. Habíamos pasado
por tantos problemas en tan poco tiempo, que ni siquiera había
tenido tiempo de visitar a mi familia.
- Aquí no me coges, aquí no me
coges.- canturreó Darek, mi primo de seis años, al pequeño perro
que tan solo tenía varios meses. Coco saltó con las patas
delanteras levantadas, pero no lo bastante alto para poder subir.
Darek soltó una carcajada y se dejó caer en el sofá.
- Métete con los de tu tamaño.- me
quejé con el ceño fruncido. Darek sonrió y se lanzó a mi cuello,
apretándome con fuerza. - Vale, vale. Con eso no me refería a mí.-
sonreí y lo separé con suavidad.
- ¿Te ha llamado tu madre?.- me
preguntó mi tia Rebecca, un poco preocupada. Negué con un simple
movimiento de cabeza. Tanteó sus bolsillos y sacó su móvil. Empezó
a marcar el número con rapidez y se lo llevó a la oreja mientras
desaparecía del salón.
Tan solo hacía cinco horas que mi
madre se había ido por motivos de trabajo, y ya la echaba de menos.
Me senté en el sofá con un leve suspiro.
- ¿Estás cansada?.- me preguntó
Darek. Le miré de reojos. Esa pregunta tenía trampa.
- ¿Donde está la pelota?.- pregunté
con resignación. Me dedicó una amplia sonrisa y se bajó del sofá
con agilidad. Desapareció por el pasillo con Coco pisándole los
talones.
Cada vez que la pelota recorría el
suelo del patio que se encontraba debajo del piso, Coco la perseguía
con tal rapidez que finalmente se hacía con ella. Darek terminaba yendo detrás de él y revolcándose por el suelo. Suspiré aliviada ya que al menos no duraba mucho tiempo jugando. Me senté en uno de
los bancos y saqué el móvil. Nada interesante.
- Coco, devuélvemela.- Darek dió una
patada en el suelo y se cruzó de brazos mientras respiraba con
dificultad. Puso un pequeño puchero y se acercó al banco donde
estaba sentada dando grandes zancadas. Coco lo miró y trotó hacia
él. Con la lengua fuera, dejó la pelota en los pies de Darek.
- No pienso jugar contigo.- se quejó
con ojos llorosos. Resoplé y cogí la pelota para lanzársela más
lejos de lo que pretendía. La pelota llegó hasta la carretera y
Coco, como era de esperar, salió disparado tras ella. Escuché el
rugido de un motor, ¿o eran varios?
- Mierda.- maldije. Me levanté del
banco y aceleré el paso. Escuché un clarckson demasiado fino para
ser el de un coche.
- ¡Coco!.- le llamé. Una moto
dobló la esquina. Tan solo iba un chico subido en ella, soltó
una carcajada, y evitó al perro y a la pelota. Seguidamente,
apareció otra moto, pero esta derrapó justo a mi lado. Pegué un
rebote e intenté descifrar la mirada que se encontraba tras el casco,
sin duda, me era familiar. Volvió a pitar y el chico que había
pasado antes que él con la moto, levantó la mano en señal de
despedida.
Aquella figura que ahora se encontraba junto a mí se quitó el casco y sacudió la cabeza, provocando que su pelo
rubio, más largo de lo habitual, se removiera. Me dedicó una
sonrisa doblada.
- Asi que, ya te has instalado.- dijo
mi primo Christian más que nada como una afirmación. Asentí.
- Aunque no será por mucho tiempo.-
recogí la pelota que Coco había colocado en mis pies, y me giré
con rapidez. - Ya podías ir con más cuidado.- soltó una carcajada.
- Tú.. y el chico ese.- Se encogió de hombros, quitándole
importancia.
- Me ha ganado porque tuve que frenar para
poder derrapar.- soltó serio. Sonreí falsamente y negué con la
cabeza.
- No tienes remedio.- arqueó las
cejas.
- ¡Venga ya! No va a pasar nada.
Además, con este tipo de carreras siempre consigue uno algo de
pasta.
- Hasta que te pase algo. ¿Tu madre lo
sabe?.- me crucé de brazos. Ahora mismo parecía la hermana mayor
que nunca había tenido la oportunidad de ser. - Se supone que habías
dejado eso de las carreras.- le recordé. Movió la mano en el aire y
me agarró la mejilla derecha. Le pegué un manotazo haciendo que
la apartara.
- Mi madre no tiene porqué saber nada.
Total, también sale ganando ella.- fruncí el ceño y me dió la
espalda dirigiéndose hacia el portal. Mi tía salía ganando porque
él no le llegaba a pedir tanto dinero, pero igualmente me parecía
una locura.
No dejaba de darle vueltas a las
carreras ilegales en las que estaba sometido mi primo, pero ¿por
qué? Era su decisión, y era bastante mayorcito para saber lo que se
hacia. Intenté borrar cada pésima imagen que pasaba por mi cabeza.
La cena estaba lista, aunque cada uno
se encontraba por su parte. Mi tia y yo erámos las únicas que nos
encontrábamos en la cocina. Darek había quedado rendido después de
haber estado toda la tarde corriendo y jugueteando con Coco, y bueno,
mi tio y mi primo solo vivían por y para el fútbol, y también para
las carreras ilegales. Suspiré. Había pensado en hablarlo con mi
tía, pero entonces quedaría como la prima estúpida, cotilla que no
deja de meterse en la vida de su primo de tan solo un año menor de
edad, así que pronto, me deshice de aquella idea.
Por suerte, era viernes, lo que
significaba que no tendría que madrugar a la mañana siguiente. Me
acomodé en la cama que mi tía había preparado para mí en el
cuarto de invitados.
Las cortinas blancas bailaban con el
viento y un escalofrío me recorrió la espalda. Miré la hora en el
móvil. Las cuatro de la mañana. Parecía que el tiempo estaba
empeorando, finalmente decidí cerrar la ventana, aunque primero de
todo, decidí asomarme. Unas luces rojas se reflejaban en el piso de
en frente y un murmullo llegaba hasta mi cuarto. Intenté afinar más
el odio, aunque no llegaba a enterarme de nada. Mi tía vivía en un
primero, y una pequeña plataforma salía de todas las ventanas,
dando facilidad a saltar desde allí. Me mordí el labio, pensando en
lo que debería hacer. Miré hacia mi puerta, que se encontraba
entreabierta. Me asomé para asegurarme de que todos estaban
dormidos, al menos los ronquidos de mi tio sonaban con gran
estruendo, y entonces salí de mi cuarto y entré en la habitación
de mi primo para confirmar lo que ya daba por sentado, no estaba
allí. Escuché una respiración fuerte y me puso rígida. Miré a mi
alrededor para buscar un sitio adecuado en el que poder esconderme.
Me agaché, y me colé por detrás del escritorio justo un minuto
antes de ver como los pies de mi primo tocaban el suelo de su
habitación. Tiró una pequeña mochila al suelo y se dejó caer
sobre su cama. Puse los ojos en blanco. ¿Y así es como intentaba no
llamar la atención? Coco saltó un ladrido y olisqueó el suelo
hasta llegar donde me encontraba. Escuché como sonaban los muelles
de la cama. Cerré los ojos con fuerza.
- No, no, no.- la luz se encendió y
cuando levanté la vista, mi primo me miraba con las cejas
arqueadas.
- No podía dormir..- puse como pésima excusa.
- Ajá. Por lo que supongo que vistes
más interesante contar los cables de mi ordenador.- sonreí
timidamente.
- Emm, solo estaba buscando la pelota
para Coco.- me puse en pie, con Coco en brazos. - Pero confirmado,
aquí no está.- salí con rapidez del cuarto. Sentía la mirada de
mi primo fija en mi espalda. Entré en mi dormitorio y cerré con
suavidad. Me tumbé en la cama y me tapé la cabeza con la almohada.
- Recuérdame que nunca más vuelva a
hacer de espia.- Coco daleó la cabeza, como si entendiera lo que
estaba diciendo. - Y menos, llevarte de cómplice.- se tumbó sobre
sus patas delanteras mientras me observaba.
Me levanté sobresaltada por la alarma
del móvil. Se me había olvidado quitarla. Resoplé y me dejé caer
sobre la cama nuevamente, aunque ya no podía volver a dormir. Coco
se levantó y empezó a rascar la puerta. Tuve que dirgirme a él y
abrirle. Escuché algo de ruido en la cocina. Miré la cama por
última vez y rechacé la idea de intentar dormir, dado que era
imposible. Una figura se encontraba de puntillas, mientras rebuscaba
en uno de los muebles superiores. Sin duda, era mi primo.
- Y yo que pensaba que lo tuyo no era
madrugar.- levanté una ceja, ya que había sido en tono irónico.
Asomó la cabeza y me dedicó una sonrisa doblada.
- Hay demasiadas cosas de mí que no
sabes.- puse los ojos en blanco.
- Oh, claro.- cerró la puerta del
mueble y soltó un paquete de galletas con gran estruendo sobre la
mesa.
- Ni se te ocurra contar nada de lo de
anoche.- sonreí complacida y me crucé de brazos.- Ni de las
carreras. Hagamos como si nada de esto hubiera pasado.- vi en su
mirada un rastro de súplica. Suspiré y asentí. Era mi primo
pequeño, y que no fuera a contar nada no quería significar que
dejara todo esto pasar. Tenía un mal presentimiento después de que
me hubiera mostrado la preocupación que sentía por si alguien más
se enteraba de esto.
- Dime que no debes nada de dinero.- le
supliqué. Apartó la mirada y simplemente me tendió una galleta.
- ¿Me ayudarías con algo de
Historia?.- me pidió. - Tengo examen la semana que viene, y supongo
que no querrás que mi suspenso recaiga sobre tu conciencia.- puse
los ojos en blanco y no me quedó otra que asentir con resignación.
A media mañana me encontraba tumbada
en la cama, con mi primo sentado en la silla del escritorio mientras
me soltaba todo el temario de Historia. A lo único que me dediqué
fue a corregirle en lo que fallaba o chivarle los pequeños detalles
que se les olvidaban.
- Creo que ya está bien por hoy.- me
quitó el libro de la mano y lo tiró sobre la mochila, aunque
finalmente rebotó y cayó al suelo. Decidí quedarme donde estaba y
mi primo encendió el ordenador. Fue pasando fotografías y más
fotografías hasta que algo llamó mi atención.
- ¡Espera!.- me miró alzando las
cejas y le pedí que retrocediera con más nerviosismo del que me
hubiera gustado mostrar.
- ¿Ese chico quién es?.- miró de
nuevo a la pantalla y seguidamente a mí. - Es que me suena de vista,
pero no llego a caer de qué.- mi primo sonrió.
- Es un personaje.- soltó una
carcajada. - Está loco, creéme.
- Es tu amigo, asi que no me esperaba
otra cosa.- solté un poco borde, aunque mi primo no le dió
importancia.
- Pero bueno, Nathan es un buen tio.-
intentó corregir.
- ¿Nathan?.- pregunté un poco
confusa, aunque más que nada quería que aquel nombre quedara
grabado en mi mente como si fuera el único que conociese. Notaba su
cálida mirada en la foto, como el primer día que lo ví. Su tez
oscura resaltaba en cuanto a lo demás y me dedicaba una media
sonrisa, sintiendo que algo parecido debería ser ilegal.
- Sí, Nathan Maxie.- pronunció por
última vez mi primo, provocando que me diera un vuelco al corazón.
Nathan.
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