TWITTER

lunes, 10 de marzo de 2014

It was you.

Y entonces llegó el momento; aquel que tanto habías esperado, aquel que yo misma había estado esperando; aquel que te prometí. Te ví cruzar la carretera, correr hacía mí con cara de suficiencia. Me envolviste en tus brazos como miles de veces había soñado. Fui decidida y coloqué mis labios sobre los tuyos, deseando que sintieras tanto como yo, deseando que ese momento no terminara nunca, pero llegó a su fin demasiado rápido. Y cogiste mi mano y sentí tu calidez, la que había echado de menos durante tantos meses. Admiré tu blanca, media y amplia sonrisa, caía rendida ante tu mirada, y volví a recordar cuánto había echado de menos esa piel bronceada. Me abriste la puerta y me llevaste a un nuevo mundo, a un paraiso durante unos días fugaces y eternos. Paseaste junto a mí por las grandes y concurridas calles de aquella hermosa ciudad que me mostró mucho más de lo que jamás hubiera imaginado. Me sostuviste entre tus brazos ante la mirada de cientos de personas atentas. Colocaste tu chaqueta sobre mis hombros ante mi incontrolable frio. Te reiste de mi poca vista y de mi mera equivocación con la que sé que te seguirás riendo o, al menos, sonriendo cada vez que pasas por aquel lugar. Compartiste más que sentimientos conmigo.  Me acariciaste entre sábanas blancas y desordenadas e intenté ser fuerte ante tal desastre. Algunas veces decaía al pensar, pero tú me mantuviste fuerte a pesar de que habías sido, y sigues siendo, mi debilidad. Porque decidí quedarme con todo aquello que hacías bien por mí, ante una equivocación o error del que estoy segura que llegaste a aprender. Que no es lo mismo que tenerme a mí entre tus brazos que a cualquier otra persona.
Y hubiera pasado mis manos por tu pelo mil veces más si hubiera podido. Y hubiéramos visto mil y una películas más acurrucados en el sofá de tu casa si el tiempo nos hubiera dejado. Y me escuchabas fangirlear como nadie antes lo había hecho, sin cansarte de mí, si no dedicándome una leve sonrisa. Veía reflejado en tus ojos mi felicidad, y podía sentir la tuya radiar como nunca. Porque fui completamente feliz, porque me diste todo lo que te pedí sin nada a cambio. Fuiste capaz de levantar a las siete de la mañana tan solo porque tenía un poco de hambre, y traerme el desayuno a la cama, el primero de los muchos. Y no negaré que fueron los mejores croissant con nocilla que he comido en mi vida. Me confesaste que tenías una lista con todos mis deseos y miedos y fui incrédula en cuanto a ello hasta que me lo mostraste. Me sentaste sobre tus piernas, y me colocaste un mando sobre mis manos, dispuestos a compartir una eterna rivalidad en el campo, aunque fuera un simple juego. Todo lo que hiciste durante días y días fue admirarme, no apartar la mirada de mí, preocuparte como hacía mucho tiempo que nadie lo hacía, darme todo el amor que necesitaba y entederme, entenderme mejor que nadie. Apoyarme en los momentos dificiles y mostrarme que nunca estaría completamente sola. 
Nos acompañamos mutuamente hacía la estación de autobús, y nos perdimos en un viaje que no duró mucho, pero en el que me dijiste: You're the best thing that’s ever been mine. Te pedí que me repitieras una y otra vez que nunca cometeríamos los mismos errores que mis padres.
Empezamos hablar de un futuro juntos, de todo aquello que nunca habíamos tenido pero que podríamos tener y compartir. Ni siquiera te terminó de importar el fútbol porque me tenías a tu lado y notar tu mano alrededor de la mia es de lo mejor que he podido sentir. Hasta que no pudiste resistir las ganas y volvimos a caer una vez más. Admiré tu figura de espaldas, apoyado hombro con pared antes de salir de tu cuarto. Y esa vez fui yo la que no se pudo resistir. Agarré tus manos y salimos al mundo real, al que tantas veces me había negado a mirar con ojos sinceros por su crueldad, hasta que tú me obligaste a hacerlo para verlo en toda su maravilla. Estar con tu familia, y sentirme parte de ella. Abrazar a tu hermana como si fuera la mia propia. Compartir una taza de chocolate caliente en una noche fria de febrero. La forma en la que la pasión se desató en el pasillo, sintiéndonos uno. Pasar tiempo con tus increibles amigos.
Y la despedida. Me preparaba para la despedida porque era lo único que había conocido. Miles de personas en la estación, y yo solo nos sentía a nosotros, como si no hubiera nadie allí. Tu mirada a través del cristal, y yo incapaz de poder aguantarla. El estruendo del autobús y tu adiós definitivo hasta que nos volviéramos a ver. Sentí que una parte de mí se iba contigo, aunque no me llegué a sentir completamente sola. Tu padre fue el que me mantuvo esta vez entre sus brazos, y fue cuando las lágrimas se derramaron, sintiendo que no tenían fin. E intenté agradecer todo, pero ni siquiera pude hacerlo de la forma correcta. No fue suficiente.
¿Quién ha hecho todo eso alguna vez por una persona? Nadie. Y a muchas les gustaría tener a alguien como tú a su lado, y por eso me siento orgullosa de lo que tengo a pesar de no merecerlo. Que creo en tí y en todo lo que te queda por conseguir, a pesar de que tú no lo hagas. Que te quiero como nadie lo ha hecho nunca, aunque no lo termines de creer y pienses que me quieres más. Que ahora mi miedo va desapareciendo poco a poco gracias a tí, porque me has enseñado a confiar de nuevo en el amor cuando pensaba que todo estaba perdido. Que todos tus piques solo hacen que te quiera mucho más de lo que ya lo hago apesar de que pensaba que era imposible.
Me hiciste un pequeño hueco en tu vida y es algo que nunca sabré agradecerte lo suficiente.
 photo 7_zps0c202901.png

1 comentario:

  1. Que me ha encantado se queda corto no, cortísimo. No sé en qué momento comencé a enamorarme de la forma en la que escribes (creo que hace mucho) pero te aseguro que con esta entrada me has ganado.
    Esa sonrisa tonta al darme cuenta de que eres feliz (y de que has mencionado una canción de Taylor je-je). Ojalá que sigas así de bien y de feliz y de todo mucho tiempo porque te lo mereces.
    Love ya, xx.

    ResponderEliminar